Qué difícil es poner atención

Qué difícil es estar aquí y ahora.  En cambio, es increíble qué fácilmente la mente se dispersa, se distrae, y se enfoca en el pasado o en el futuro; en lo que se hizo y en lo que no, en lo que se espera y lo que no. Esto es algo que le digo a mis pacientes constantemente, “ten presencia, el presente es donde debes estar”, cuando a menudo yo mismo divago bastante. Es la tendencia natural de la mente, supongo. Y responde a una necesidad biológica, adaptativa: anticipar para evitar malestares futuros, recordar para no cometer errores o infracciones pasadas. Y sin embargo, nos perdemos de tanto cuando nos rendimos a uno u otro…

Esta mañana amanecí de malas. Dormí poco y me sentía muy cansado. Esa sensación de picazón en los ojos, letargo en las reacciones, y neblina en el pensamiento, es de las experiencias que más me molesta en el mundo. Pero el daño estaba hecho: nuestros perros decidieron tener una “amena discusión” a las 5:30 a.m., y después de la faena poca posibilidad de conciliar el sueño quedaba. Sin nada mejor que hacer, mi esposa y yo nos levantamos a desayunar.

Mientras ella confeccionaba unos huevos revueltos con verduras, y yo ponía la cafetera, empecé a percibir cómo el enojo se apoderaba más y más de mí. Un enojo gruñón, quejoso, fastidiado. “Estoy de malas”, le digo, y ella me mira sin decir nada, aunque sus ojos explican todo “no me digas…”. En fin, que saludo a uno de los caninos acariciándolo con el pie, me siento a la mesa, y doy el primer bocado. Entonces ocurre la cosa más interesante…

El sabor me alivia. Comer, en realidad, me gusta. Y esos huevos con verduras que cocina mi esposa, son muy ricos. Es de lo más simple: 4 huevos, dos sin yema, tomate – o jitomate, como decimos aquí –, cebolla, pimiento, y tan tán. Pero eso basta. Es suficiente. Luego doy un sorbo al café, caliente, cremoso, en un punto preciso de amargor y dulzura, y el alivio aumenta. “Espera un segundo”, me recuerdo. “Estás enojado… ¿o no?”. Si, pero ahora lo veo claramente: solo porque quería mantenerme así. Y eso es, exactamente, una de las cosas que hace más difícil el ejercicio de poner atención: la in-voluntad de hacerlo. La negatividad. O dicho de otra manera, nuestra insistencia de permanecer…

La vida está en constante cambio. Nada, absolutamente nada, permanece. No es que no siguiera cansado, en realidad aun me escuecen un poco los ojos, pero la realidad es que el desayuno, el café, la compañía de mi esposa, los perros caminando a pasos rápidos a nuestro alrededor, eran el presente – ahora lo es otra taza de café y las teclas de la computadora –, un agradable presente, el cual yo estaba, consciente y voluntariamente, eligiendo perderme, porque parecía más natural estar enojado. ¿No les parece absurdo? ¿O necio hasta la ridiculez?

Pues así. Poner atención empieza ahí, en la intención de hacerlo. En la decisión de abandonar la permanencia. Fluir es estar, y estar es poner atención a este minuto, a este instante. Todos estamos viviendo la vida, justo ahora. Eso es algo de lo que no vale la pena perdernos (recuérdenme contarles en otra ocasión cómo dejé pasar la única oportunidad que probablemente tenga en mi vida de ver el Delorean de Volver al Futuro…).

O podemos permanecer enojados. Al fin y al cabo, tenemos derecho… ¿no?…

JC

2 thoughts on “Qué difícil es poner atención

  1. Cuando JC estaba en maternal, la Miss me dijo que hay dias que los niños no quieren participar, o cantar o lo que les ponga ella a hacer y ea porque a veces lis niños llegan enojados al colegio (a los 2 años de edad). Y entonces ella solo les pregunta…”no quieres cantar porque estas enojado??” y entonces ella los deja quedarse enojados y lea hace saber que cuando quiera integrarse al grupo, que lo haga! Y que esta bien estar enojado un momento porque ea una nueva experiencia para los pequeños, que lea permite conocer los diferentes estados de ánimo!

    Esto me pareció bueno porque entonces reconocen como es que estar tranquilo y feliz ea mas agradable.

    Lo malo es cuando se prolonga y se convierten en adultos enojados con la vida. No?

    Yo creo que los microbuseros… Están enojados con la vida y por eso manejan así! Jajajajaja

    Saludos!

  2. Definitivamente no es malo enojarnos. A veces, incluso, es absolutamente necesario. Lo que creo es que como adultos deberíamos comprender el costo que el enojo tiene: este siempre, siempre, es destructivo. El enojo, por definición, sirve para destruir el obstáculo que tenemos delante y que nos daña — o creemos que nos daña –. Lo que es un verdadero absurdo es permanecer ahí porque creemos que así estamos bien, que tenemos derecho, que nos lo ganamos, o peor aun, que sirve para enseñar una lección a alguien. Si nos enojamos, tomemos cartas en el asunto, cambiemos lo que se puede cambiar, aceptemos lo que no, y lo más pronto posible, pasemos a algo más.

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